El primer miniportátil que vi en acción lo tenía Rosa Jiménez Cano, a la que alguien se lo había traido de Taiwán. O algo así, porque el pequeñajo Asus EEE PC de pantalla de 7 pulgadas tenía pegatinas con ideogramas chinos. Luego tuve oportunidad de toquetearlos en un Mediamarkt y me pareció de juguete. Así que opté por un Acer Aspire One con pantalla de 8,9 pulgadas y disco duro SSD. El disco duro terminó cayendo fulminado. Como le sucedió al de mi siguiente miniportátil, un Asus S101 de pantalla de 10 pulgadas.
Los miniportátiles abrieron una revolución. Pequeños ordenadores más pequeños que una libreta DIN A4 y que no estorbaban en la mochila. Se hacía a veces exhasperante trabajar con ellos, pero volver a pagar más de mil euros por un portátil se volvió ridículo. Así que no entiendo la obsesión con «matarlos». Tiene gracia que en Xataka digan que los tabletos ofrezcan «una experiencia de usuario más satisfactoria que con el netbook y con incluso mejores prestaciones». Salvo por un problema. «Excepto por el teclado». ¿Excepto por el teclado? ¿Ese pequeño adminículo accesorio y sin importancia? ¡Pero qué cojones creen que se puede hacer con un cacharro que no permite introducir texto de una forma sencilla! Ah, sí. Ver vídeos de gatitos, revisar el correo (no contestarlo), ver películas, leer noticias, leer lo que otros escriben en Twitter y retuitear (pero no escribir nada original)…
El mercado cambió y los periodistas no se han enterado. Empezaron a comercializarse portátiles con pantalla de 15 pulgadas por menos de 400 euros. Así que todo aquel que quería tecnología a bajo precio lo tuvo. Mi padre se llevó uno a casa aprovechando una oferta por 300 euros. Y quienes necesitábamos miniportátiles encontramos un nuevo nicho. Los portátiles con pantalla de 11 pulgadas y 4Gb de memoria, apenas más grandes que los minportátiles y procesador económico. Por alrededor de 350 tienes ordenadores como el Acer Aspire One 775 y el Asus 1225. A ver cuánto nos duran.
Cuando me compré mi primer portátil hace 10 años, de 12 pulgadas, la gente me decía que si eso no era muy pequeño. Y luego empezaron a flipar cuando vieron que lo sacaba de cualquier bolso y no necesitaba una mochila-armatoste para transportar mi ordenador. Por mi, en aquel momento, me habría comprado un Sony de 10 pulgadas, no recuerdo el nombre del modelo, pero es que costaba casi 2000 euros (O.O)
Años (bastantes años) después la gente se dio cuenta de que no necesitas 17 pulgadas para mirar el correo y leer, o escribir, blogs.
Yo creo que todavía existen muchos usuarios que los encuentran útiles y los demandan para que desaparezcan definitivamente los miniportátiles. Pero tampoco soy una gran experta informática, sólo sé lo que me parece útil y me gustaría poder comprar.
Hay una campaña para querer convertir a los «ultrabooks» en los nuevos portátiles ultraligeros. La pequeña diferencia es que con sus diseño ultrafino, carcasas de aluminio y procesadores de última generación salen muy caros. Por 800 euros y más.
El principal problema de los miniportátiles era la memoria. 1 Gb. se convirtió en el estándar según no sé qué criterio. Muy temporalmente vi alguno con 2 Gb. Tenes varias pestañas abiertas del navegador junto con el Open Office se volvía un suplicio.
Ahora esa barrera se ha roto con los miniportátiles de 11,6 pulgadas y 4Gb. Espero que duren en el mercado.
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