¿Quién se acuerda de The KLF?

Sin venir a cuento me acordé el otro día de The KLF, uno de aquellos grupos de la era dorada del eurobeat y la música «dance» a finales de los ochenta. ¿Quién se acuerda de Technotronic,  2 Unlimited y Snap!?

The KLF fue un grupo diferente, con un sonido entre épico y salvaje rico en samplers. En alguna parte leí hace mucho que KLF significaba Kopyright Liberation Front y que sus miembros tras disolver el grupo habían quemado sus beneficios, un millón de libras esterlinas, en un lugar perdido. El asunto me sonaba a leyenda urbana y le pregunté a un amigo de mi generación por sus recuerdos del grupo. Me contó que él por su parte había leído que el grupo había destruido los materiales originales para que la discográfica no volvieran a publicar más discos suyos como fondo de catálogo . El asunto entraba ya en el terreno de la leyenda. Así que no me quedó más remedio que tratar de averiguar sobre The KLF.

The KLF fue un dúo compuesto por los británicos Bill Drummond y Jimmy Cauty. Publicaron primero bajo nombres como «The Justified Ancients of Mu Mu» y «Timelords». El primer nombre hacía referencia al continente perdido de Mu y el segundo a Doctor Who, en lo que sería una constante en sus letras y acciones, con repetidas referencias entre cultas y frikis al situacionismo, anarquismo, la trilogía de ficción conspirativa The Illuminatus! o el discordianismo.

En 1988 publicaron el libro The Manual (How to Have a Number One the Easy Way) en el que explicaban cómo llegara al número uno «sin dinero ni talento». Da la sensación de que el dúo fue el primer sorprendido por el enorme éxito comercial de su música y que mantuvo una incómoda relación con su propia figura pública. A pesar de su discurso en contra de la industria de la música y la música comercial de masas fuero aclamados por la crítica, fueron número uno de ventas y ganaron premios musicales. Al grupo le llovían las peticiones de colaboración y se convirtió en un símbolo de éxito de todo aquello que ellos mismos detestaban. En 1992, Bill Drummond llegó a un punto de profunda depresión.

El 12 de febrero de 1992 The KLF actuó junto con el grupo Extreme Noise Terror en la gala de entrega de los BRIT Awards donde recibieron el galardón al grupo del año. Al término de la actuación Bill Drummon disparó una ráfaga de balas de fogueo contra el público mientras que por megafonía se decía que el dúo abandonaba la industria de la música. El 14 de mayo de 1992 el grupo anunció su disolución en un comunicado público (el número 23º)  y la desaparición de su música del catálogo de su discográfica en el Reino Unido (no así en Estados Unidos, por lo que en Amazon.co.uk puede encontrarse su música como «importaciones»).

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Supongo que otros en otras circunstancias habrían terminado por acomodarse, pero The KLF decidió siempre tomar el camino alternativo y poner fin a una fulgurante carrera que duró cinco años, de 1987 a 1992. En un último gesto de dimensiones homéricas, Drummond y Cauty se trasladaron a la isla escocesa de Jura donde prendieron fuego al millón de libras esterlinas que les quedaba de los beneficios que habían obtenido con The KLF.

Revolución sin el proletariado

Cibersomosaguas, «grupo de investigación teórica y aplicada sobre los procesos de estructuración y movilidad social en torno a los espacios y mediaciones tecnológicas» asumió hace pocos años la gestión de la revista académica Teknokultura, Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales. Curiosamente nació en Puerto Rico, donde vivió una primera era entre 2001 y 2008, antes de que la antorcha fuera entregada a Cibersomosaguas.

El último número de Teknocultura se titula «Cyborgs/Power + Cyborg/Art: Race, Gender, Class», una prueba de que el posthumanismo no ha muerto. Pero de los temas habituales de Teknokultura hablaremos en el futuro. Lo que me llamó la atención fue la reseña hecha por César Rendueles, autor de Sociofobia, del libro Chavs: The Demonization of the Working Class de Owen Jones (Los chavs son el equivalente británico a los canis españoles, un fenómeno que tiene su réplica en toda Europa).

Víctor Lenore recogió el debate en una réplica a un comentario al libro de Rendueles de Antonio Baños en La Marea. Tenemos una izquieda que quiere transformar la realidad pero que está formada por licenciados universitarios (en paro o subempleados con trabajos precarios) a los que les sepera un abismo de la nueva clase obrera de barriada que luce tatuajes y piercings, se mueve en coches tuneados y que desde luego no aspira a hacer la revolución, sino a tener una televisión de pantalla plana, el último modelo de consola de videojuegos y ropa de marca. Un abismo que refleja una frase que dijo alguien en un programa de televisión, «¿de qué sirve saber la capital de Argentina si luego no te sabes ni hacer la raya del ojo?»

Víctor Lenore, que titula a su artículo «Por qué la revolución será “choni” (o no será)» afirma que «en vez de menospreciarlos, suena más sensato hacer un esfuerzo por conocerlos y articular luchas conjuntas» frente al lamento de Antonio Baños, que airea sus credenciales de viejo militante de izquierda y muestra su distanciamiento de estas «nuevas culturas del hiperconsumo y del patriarcado» mientras se pregunta «¿cómo se repolitiza a un cani?.

¡Balcanes!

He hecho un gran descubrimiento: La Revista Balcanes, que se presenta como un «proyecto de la ONG Probalkanes, con sede en Kosovo» y con «el objetivo de dar a conocer la región a través de los que viven, trabajan, viajan, leen, y se interesan por esta parte de Europa». Su editor es Ginés Alarcón.

Es un descubrimiento a añadir al blog Balcanidades. Y es que los Balcanes es de esos sitios que visitas y te quedan ganas de volver para perderte en él.

Los libros electrónicos se estancaron porque nadie fue valiente para hacer algo mejor

Juan Luis Chulilla Cano retomó su blog Tinta-e para explicarnos por qué había dejado de escribir sobre libros electrónicos.

Los ereaders han tenido suerte con sobrevivir. Han encontrado un nicho estable con los lectores compulsivos, pero han perdido de manera aparentemente definitiva otros nichos abonados, como los estudiantes y los investigadores. Y ambos resultados responden a la misma característica: los ereaders no evolucionan funcionalmente desde 2010, cuando algunos modelos alcanzaron la madurez funcional necesaria para leer, y ahí se quedaron.

Otra tecnología cuyo nacimiento, como los netbooks, celebré y que los oscuros designios del mercado, que se mueve con estímulos del tipo «burro grande ande o no ande», condenó.

El minimalismo va a llegar

En una reciente salida nocturna alguien mostró orgulloso su móvil LG de gama baja. Un móvil con teclado de toda la vida que contrastaba con su cámara réflex digital Nikon que no era precisamente de aficionadillo. La persona que nos enseñó su móvil barato presumía de estar desconectado de los mensajes de Wassap y el agobio general por estar conectado 24/7. Ya leí en su momento en la edición británica de Wired que «The Nokia 3210 was the greatest phone ever made» y la empresa francesa Lëkki ha hecho negocio vendiendo móviles viejos (perdón, vintage) con carcasa de colorines. Así que no podía faltar el artículo «Por qué cambié mi iPhone por un Nokia de 20 euros». Así que si alguien quiere hacerme un regalo, le sugiero el Nokia 103.

Viajar por un mundo anglosajón

Quizás Europa haya dejado de tener en España esa resonancia mítica que tuvo en su momento. Las líneas aéreas low-cost popularizaron en tiempos con el barril de crudo más barato que ahora las escapadas de fin de semana a Londres o París y los viajes para visitar a ese conocido que estaba pasando una temporada trabajando en Irlanda o cursando un semestre como estudiante Erasmus en Italia.

Pero hace diez años, antes del euro y de las aerolíneas low-cost, Europa era una tierra mítica a la que los españolitos de a pie llegábamos con ojos asombrados y un billete Interrail. E inevitablemente topábamos con el ejército de mochileros anglosajones que todos los veranos desembarca en Europa. La historia solía ser normalmente la misma: Tras cruzar el ecuador de la carrera o tras licenciarse, pero siempre antes de incorporarse a la vida adulta, estadounidenses, canadienses y australianos empleaban meses para recorrer Europa de una punta a otra en una nueva edición del Grand Tour.

Sé recitar de memoria la lista de países europeos que he visitado, y ya son unos cuantos. Pero lo que no sabría decir es en qué momento empecé a sentir esa sensación de estar una y otra vez en el mismo sitio al entrar por la puerta de los albergues juveniles (“hostels”). Sea en Bruselas, Cracovia o Estambul uno se encuentra siempre el mismo panorama: El inglés no ya usado como lingua franca sino como idioma oficial. Como fauna un grupo de estadounidenses, australianos y canadienses hablando de lo barato que es bucear en los arrecifes de coral en Tailandia, los maravillosos paisajes que se contemplan en la ruta de los Annapurna y qué duro es el síndrome del mal de altura en Bolivia. A la conversación se une un puñado de escandinavos, alemanes y holandeses que hablan en perfecto acento de Nueva Inglaterra, producto del tiempo pasado en un college. Y sin importar el país o la ciudad la conversación deriva en dónde beber alcohol barato y poder ver por satélite en pantalla grande los partidos de la Premier League o la NFL.

La única alternativa parece mejorar tu inglés y abrazar ese mundo anglosajón sabiendo que siempre serás ciudadano de una provincia periférica del Imperio. Pero hay algo más que la resistencia a viajar por el mundo para que sin importar donde vaya siempre encuentre ese microcosmos anglosajón. Es una cierta intuición de que si el idioma no es más que en el fondo una tecnología de comunicación el monopolio cultural no puede ser nada bueno.

Tiranos ¡temblad!

«Tiranos ¡temblad!» es una frase que se repite en el himno nacional uruguayo y también es el título del «resumen semanal de acontecimientos uruguayos» que Agustín Ferrando ofrece en Youtube. El suyo es un noticiero que prescinde de la actualidad que recogen los medios para recopilar la cotidianeidad que los uruguayos vuelcan en la red: Un cumpleaños, un animal haciendo algo gracioso, una fiesta de barrio.

Nunca una recopilación de fragmentos de vídeo recogió mejor el espíritu de un país. «Tiranos ¡temblad!» se ha convertido así en un fenómeno del que han dado cuenta desde USA TODAY en Estados Unidos a 20 Minutos en España. Su autor lo explicó en una edición de las charlas TED en Montevideo.