Desde pequeño me han fascinado los mapas. Delante de ellos es muy fácil soñar despierto con planes futuros de viaje o entretenerse descubriendo la toponimia exótica de lugares lejanos. Así que esta explicación de por qué un mapa otomano de 1513 muestra la Antártida sin recurrir a conspiraciones esotéricas o tecnología extraterreste me ha encantando.