Rosalía es un espejo en el que incomoda mirarse

En el verano de 2017 me descubrieron a la artista Rosalía, así que me alegro el estallido de su carrera en el último año. Su popularidad ha generado ya el efecto adverso y circulan bromas de que una se la encuentra hasta en la sopa. Leí a alguien en Twitter decir que Rosalía «antes era alternativa y ahora es obligatoria». No es que haya hecho mucho caso a las polémicas, pero he visto que el debate ha tocado varios aspectos. Desde el reproche a la joven promesa que tan pronto alcanza la fama firma contratos con grandes firmas a la indignación identitaria posmoderna ante una paya que introduce en su música y en sus vídeos elementos de la cultura gitana («apropiación cultural»).

La verdad es que no le había hecho mucho caso a todo este asunto. Su primer disco (voz y guitarra) me llamó más la atención que este último, conceptual y experimental. Pero a todo esto me encontré con un vídeo del divulgador musical Jaime Altozano,  que en su canal de YouTube destripaba el disco desde la perspectiva de su calidad musical.

Otro día habrá que hablar de cómo la blogsfera está muriendo y YouTube se ha convertido en el centro neurálgico de la crítica cultural. Pero me quiero quedar con una reflexión muy concreta de Jaime Altozano. Cuenta cómo en un viaje a Londres se quedó pensando en cómo todos sus ídolos y personajes de referencia pertenecían al mundo anglosajón. Estados Unidos o Reino Unido eran los lugares donde pasaban cosas  y donde se reflexionaba y creaba sobre los temas que nos interesan. Los españoles éramos, en cambio, meros consumidores pasivos de todo aquello que surgía en otros lugares. Sin embargo, el éxito internacional de jóvenes promesas españolas está cambiando todo eso.

Pero hay una reflexión más de Jaime Altozano que me pareció interesante. Él, como contó en un vídeo, ha sido un autodidacta dentro de una generación que ha crecido con las posibilidades ilimitadas de Internet. Desde la programación de videojuegos a la edición musical, Internet está lleno de tutoriales gratuitos y abiertos. Así que la posibilidad de crear cosas y hacerlas llegar a un público infinito nos quita excusas. Evidentemente hay mil razones por las que unas personas triunfan y otras no. Pero Jaime Altozano se pregunta si esa inquina contra una artista española que ahora es global incomoda a muchos porque nos obliga a encarar a nuestras limitaciones en un terreno de juego que es ahora más horizontal.

 

Madrid hora cero

Mi primer blog se llamaba «El Lobo Estepario», cómo no. Nació como una válvula de escape tras varios meses viviendo en Madrid, independizado de mis padres por primera vez en mi vida. Había llegado a la Gran Ciudad con la creencia de que los horizontes serían más amplios y las posibilidades de encontrar mi sitio eran mayores. Vivir lejos de casa sin amigos fue en cambio multiplicar mis males.

Descubrí que no hay mayor soledad que la de aquel que está constantemente rodeado de masas de gente. Que los momentos de ocio tranquilo en tu cuarto se veían empañados por la comparación que suscitaban las risas de tus compañeras de piso compartiendo noche en sus cuartos. Y que no hay sensación más triste que terminar repasando la agenda del móvil de la A a la Z una tarda de sábado buscando a quién llamar para terminar escuchando el monólogo torrentoso de alguien entusiasmado con un videojuego.

Ahora, vuelvo a aquel punto pero mucho más viejo. Siento que en las últimas semanas he ido reviviendo muchas cosas de aquel entonces con la salvedad de que ahora las experimento con cierta distancia de mí mismo, sin parar de recordar cómo reaccionaba entonces y  cómo lo hago entonces. Digamos que ahora entiendo los atajos que cogía mi mente para afrontar la soledad.

Así que estando de vuelta en Madrid, creo que es hora de volver a retomar el blog.