Jamás nadie podrá reprochar a Podemos de ser un partido político que escondió sus verdaderas intenciones y su verdadera naturaleza. Cuando Pablo Iglesias empezó a ser popular gracias a la televisión generalista, antes de fundar el partido, fue invitado a dar charlas por todas las esquinas de España. Hubo quién grabó aquellas intervenciones y las subió a YouTube. Algunas incluso que no parecían destinadas al gran público. También contamos con las declaraciones de Pablo Iglesias en el programa La Tuerka y sus editoriales de Fort Apache en el canal iraní HispanTV.
De las declaraciones de aquellos tiempos podemos saber que Pablo Iglesias proponía medidas políticas y económicas para convertir a España en una república bananera. Luego, cuando creó el partido, consideró que se abría una ventana de oportunidad para «asaltar los cielos» y que por tanto el fin justificaba los medios. Su concepción de la política surge de tradiciones antidemocráticas. Así que nada de lo sucedido en los últimos años nos debe extrañar. Ni que la maquinaria del partido pasara por antiguos amigos como una apisonadora o que ahora demuestre lo que le incomoda el periodismo hostil.
Sabiendo todo eso no hay nada que reprocharle a Podemos y sus líderes. El problema me surge con los sorprendidos y desencantados. Recuerdo a un defensor del software libre que acudió a Vistalegre I y contó en su blog con fastidio que allí no se había hablado de la transformación digital de España, sino de la organización de un partido político puro y duro. Mostraba su contrariedad porque allí no había lugar para el asamblearismo del 15-M. Luego, por el camino conocí a personas que me contaban el largo recorrido que les había llevado de la ilusión al desencanto. Se sentían traicionadas y decepcionadas porque nunca esperaron que en un partido político como Podemos funcionaran los liderazgos fuertes y la ambición desmedida. Esas mostraban un pesar hondo por el tiempo, la energía y la ilusión derrochadas. A mí siempre me generó entre sorpresa y sonrojo que creyeran que Podemos era algo diferente a lo que es Podemos.