Generación Tapón

La revista Ajoblanco ha vuelto. Allá por 2008 escribí un artículo para una revista on-line ya desaparecida a partir de la lectura de Los 70 a destajo, las memorias de Pepe Ribas, director y fundador de Ajoblanco. Resulta que no fui ni el primero ni el último en desarrollar el concepto. («La Generación Tapón», «Generación Tapón: si destacas al rincón», «La Generación T nos ha arruinado»).  Pero considerando que el texto ya no estaba disponible en Internet me pareció que merecía la pena rescatarlo.

Está por escribir la crónica de una generación invisible, la mía, que supuestamente era la más y mejor preparada de la historia de España y que se quedó por el camino con un sueldo mileurista y pagando una hipoteca. Pero para comprender tantas cosas hay que regresar al momento en que la España que ahora es quedó establecida. Lo contó Pepe Ribas, fundador de la mítica revista Ajoblanco en Los setenta a destajo. El libro es una crónica del nacimiento de la revista en los años finales del franquismo, siendo un retrato muy detallado y personal de lo que fue la oposición al régimen y la contracultura en Barcelona en particular y en España en general.

No sé cuántos lectores del libro han hecho la misma lectura que yo. Quizás mi desconocimiento de dónde estaba cada cual en aquella época sea la razón de mi sorpresa al ver desfilar por el libro a personajes ahora familiares en su juventud. Desde futuros ministros de cultura a artistas que ahora copan los suplementos culturales de los diarios de tirada nacional. Una élite política, intelectual y cultural que en aquella época pertenecía a alguna secta política del marxismo-leninismo y hoy está respaldada por grupos multimedia, partidos políticos y solventes fundaciones culturales. Sospechaba Pepe Ribas, ya por aquel entonces, que muchos de aquellos aspirantes a líderes revolucionarios aspiraban más a ser líderes que a ser revolucionarios.

Para alguien como yo que alcanzó su madurez política durante la segunda época de la revista Ajoblanco, eran los tiempos del felipismo, leer en las memorias de Pepe Ribas cómo se discutía tan acalorada y vehemente en los años setenta sobre una revolución que nunca se produjo queda a medio camino entre lo cómico y lo trágico. Que aquella futura élite soltara como lastre principios y valores en su ascenso social se ha relacionado normalmente con el reparto de cargos y prebendas que hiciera el gobierno socialista y sus medios de comunicación aliados en los años ochenta. Pero leyendo a Pepe Ribas uno intuye que la mutación empezó realmente tiempo atrás.

Con la llegada a España del pluralismo político y el fin de la censura se abrieron las puertas a una renovación de las élites políticas, intelectuales y culturales en el que había vacantes libres de sobra para los miembros de una generación en la que estudiar en la universidad, hablar idiomas y viajar al extranjero no estaba al alcance de cualquiera. Fue una generación que se encontró con un régimen nuevo en el que estaba todo por hacer y los espacios estaban por ocupar. Y resulta que buena parte de la élite de aquella generación no sólo se forjó en una época concreta sino que todos se conocían de forma directa o indirecta. Con los personajes que desfilan por el libro uno podría dibujar un mapa de redes y emular el juego que relaciona a los actores de Hollywood con Kevin Bacon. Y descubrir entonces la escasa separación de los personajes de una generación que ya estaba allí entonces y que ahí sigue bloqueándonos el paso.