La vida era esto y nada más.

Creé mi primer blog en la noche del 29 de febrero de 2004. Publiqué la primera entrada en la madrugada siguiente. Se tituló «El Lobo Estepario». Era el título de un programa de radio presentado por Jesús Quintero. Luego descubrí en el catálogo de Discoplay que era el título de una novela cuya lectura me impactó. Hice una limpieza de entradas en octubre de 2004, abandoné aquel blog y lo retomé sólo brevemente para luego crear y borrar sucesivos blogs personales.

Empecé a escribir mi blog tras llevar meses viviendo en Madrid. Yo había albergado la esperanza de que llegar a la Gran Ciudad iba a abrirme un mundo de posibilidades. Era mera cuestión de estadística viviendo en un sitio más grande y más cosmopolita. Llegué a Madrid para estudiar un máster. No conecté con ningún compañero de clase. A día de hoy sólo he vuelto a saber de uno de ellos que me encontró este año en Twitter.

Mi primer piso era un ático dúplex con terraza al que el dueño había metido tabiques para crear más habitaciones y llenarlo de estudiantes. Así que compartía el piso con un par de españoles que se volvían a su casa casi cada fin de semana y una sucesión de estudiantes Erasmus en continua rotación cada cuatrimestre. Madrid resultó ser más de lo mismo. La misma soledad, la misma tristeza y el mismo dolor acentuadas por vivir rodeado permanentemente de gente. Me recuerdo los sábados por la noche, tras mi habitual paseo por las librerías del centro, volviendo a casa tras la hora del cierre de las tiendas y cruzándome por el camino con la gente joven que salía. Era un contraste muy simbólico. Yo con mis libros, a mi soledad. Ellos en grupo, de fiesta. Me acuerdo ir al cine y preguntarme cómo era posible que en una ciudad de millones de habitantes yo era la única persona en la cola completamente sola.

Creo que fue por aquel entonces cuando leí un artículo en la revista Wired sobre el Síndrome de Asperger entre los hijos de los trabajadores de Sillicon Valley que venía con un test. El resultado fue alto. Por primera vez tenía un nombre que darle a lo que sentía.

Pasaron los años y me volví a encontrar un test. Me dije a mí mismo que seguramente el primero se vio afectado por mi situación personal en aquel piso de Madrid. Que seguro contesté con un sesgo. Al fin y al cabo había preguntas del tipo «¿eres la clase de persona que prefiere estar con su ordenador navegando por Internet antes que en una fiesta llena de desconocidos?». El segundo test, que me propuse contestar con más honestidad, dio incluso más alto.

Este año estaba de vuelta en Madrid y me encontré con el canal de Youtube «Autism From The Inside«. El autor preguntaba en un vídeo «¿eres la clase de persona que pasados los cuarenta caes en la cuenta que no tienes ni pareja ni amigos?» Toda una vida pensando que eran las circustancias del momento hasta que te paras a pensar que algo pasa.

Al final tengo un diagnóstico de un profesional. En realidad lo sabía desde aquel test que hice en Internet en mi primer piso en Madrid. Pero oírlo de alguien fue muy diferente. Me pasé días pensando que he vivido con un lastre. Me he pasado toda una vida peleando con un monstruo invisible. Al final, estaba condenado a ser así, un Lobo Estepario.