Lo que un hombre tiene que hacer

Sucedió en un campamento de verano en Alemania. Dormíamos en sacos de dormir en un kindergarten. Y aquella noche me tocó cocina. Una regla no escrita decía que cuando le tocaba cocina a los guays la diversión se trasladaba a la cocina. Oí que la gente hizo planes de acercarse al pueblo para llamar por la cabina. Era mucho antes de los móviles y la generalización del uso de Internet. Le dije a la gente que enseguida acabábamos y que me esperasen para ir juntos. Ni caso. Cuando terminé ya se habían ido. Andé a paso ligero y cuando llegue a la plaza me sorprendió encontrarme con un montón de cabezas rapadas. Estábamos en Alemania del Este y aquella noche parecía que sólo había jóvenes con pantalones de camuflaje urbano, chaquetas bomber y cabeza rapada. Dentro de la cabina estaba la italiana hablando con la mamma y por fuera esperaban las dos británicas, la japonesa y la checa.

Empezaron a acercársenos los cabezas rapada. Algunos eran apenas unos adolescentes. Un par de ellos empezaron a golpear con la palma de la mano en el cristal y a dar gritos. Las chicas apremiaron a la italiana que tenía algo importansísimo que contarle a la mamma, porque no dio señales de darse por enterada. Miré a mi alrededor y empecé a contar. Cuatro o cinco alrededor nuestro, unos pocos acá y allá en varios grupos. Eran un total de catorce. Quizás no fueran todos amigos del mismo grupo. ¿Qué iba a hacer si la cosa se ponía fea?

Podría correr. ¿Llegaría lejos? Pero, ¿qué sentido tenía volver al kindergarten y decirle a las dos monitoras del campamento «la cosa se puso fea, le di un empujón a un cabeza rapada para abrirme camino y salí de allí cagando leches dejando a las chicas detrás»?. No podía alejarme del peligro y dejar a las chicas. Tenía la obligación, la caballerosidad obliga, de dar la cara. Y comencé a pensar cuántas patadas y puñetazos podría soltar antes de que yo terminara en el suelo con un montón de cabezas rapadas encima mío. ¿Tenía sentido meter las gafas en el bolsillo? ¿O era mejor que se las diera a una chica?

Un cabeza rapada le preguntó de dónde eran a las chicas británicas. Eran de un pueblo pequeño no muy lejos de Manchester. Una contestó «Manchester». Hacía pocos meses que el Manchested United le había arrebatado la final de la Champions League en el último minuto a un equipo alemán. Pensé que aquella era una respuesta muy idiota dada las circunstancias. Me mantuve al margen de la conversación manteniéndome atento a lo que hacían el resto de cabeza rapadas. Acercarme a los que estaban hablando con las británicas sólo iba a conseguir escrepar el ambiente. ¿Qué iba a decirles? «Eh, tú, ¿qué pasa?» con actitud chulesca. Oh, sí. Seguro que aquello les iba a disuadir de seguir molestando a las chicas siendo ellos varios y yo uno solo. Entonces la checa, les habló en alemán.
Du bist nicht ausslander!-Exclamó uno sorprendido de que su alemán sonara sin acento. Resultó que aunque residía en Praga su madre era alemana. Hablaron algo más en alemán y de pronto noté que el ambiente se relajó. Pasaron a un tono de voz y un lenguaje corporal de adolescentes de pueblo que trataban de impresionar a una chicas. No recuerdo si el resto llamamos a casa o nos largamos de allí tan pronto terminó la italiana.

Volvimos en grupo. Yo caminaba cabizbajo. Me había sorprendido a mí mismo por mi disposición a dejarme partir la cara sólo por mi sentido del deber. Pero pensé en lo absurdo que había sido todo, aquella obligación moral que había sentido en mis hombros de actuar de una forma en la que sólo había posibilidades de salir mal parado. Entonces una de las chicas me preguntó por qué no había intervenido. Respondí que había estado atento a que la situación hubiera ido a peor para hacerlo.
Eres un hombre. ¡Tenías que haberte peleado para defendernos!-Dijo la checa.
Eres un cobarde. Te quedaste parado y no hiciste nada-Dijo una de las británicas. Precisamente la que había dicho que eran de Manchester.
Yo era un hombre. ¿Qué hubiera podido hacer?

[Esta entrada se la dedico a Anarres]

4 comentarios en “Lo que un hombre tiene que hacer

  1. Gracias por la dedicatoria.

    Si yo hubiera estado allí, y hubiera sido una de las chicas, y en mi grupo el único chico hubiera tomado la típica actitud de machito, me hubiera molestado. Quizá durante poco tiempo, porque habría podido servir de detonante para que las cosas se pusieran aun más feas. Lo lógico (creo) es intentar marchar antes de que se ponga peor o intentar dialogar (si se tiene habilidad para ello). Y en caso de llegar la violencia, lo esperable sería que las chicas también actuaran.

    Aunque en este tipo de cosas una nunca sabe cómo reaccionará hasta que se encuentra en ello. Si hasta jugando a rol es difícil decidirse…

    Los comentarios de después… estúpidos y machistas. ¿De qué les hubiera servido a ellas que te partieran la cara a ti? Es absurdo.

  2. Recuerdo aquel episodio con una sensación de injusticia. «Yo, que estaba dispuesto a pegarme por ellas, me llaman cobarde». Pero el hecho de que me escocieran sus acusaciones de no ser suficiente hombre y sobre todo que me doliera que vinieran de unas chicas refleja que yo también tengo interiorizado los esquemas machistas de lo que supone un hombre. Es una paradoja curiosa. He sido plenamente consciente de no encajar en el arquetipo de «hombre» y no considerar un objetivo serlo, pero a la vez no he dejado de sufrir por las burlas que hagan referencia a ello.

  3. Sí, a mí me pasa algo parecido con lo que se supone que debe ser una mujer. Incluso las críticas que vienen de personas que no me merecen demasiado respeto consiguen afectarme. Solo luego, al repasar los hechos, soy capaz de decidir que no me siga afectando.
    Supongo que esto demuestra lo importante que son los prejuicios que aprendemos durante infancia y adolescencia, y hasta qué punto los interiorizamos. (Una teoría como cualquier otra, el tema da para mucho más)

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