Resulta que una año máz Cristina Pedroche salió en el programa de la campanadas de Fin de Año de un canal de televisión español con una vestido que enseñaba más de lo habitual y el asunto se ha convertido en tema de debate para las personas progresistas y bien pensantes. El debate se ha basado en posturas parecidas a los otros debates sobre el velo musulmán y la prostitución. Por un lado, gente diciendo que es denigrante que una mujer haga algo así. Por otro lado, gente diciendo que ella es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera. Y a partir de ahí un debate sobre si se puede decir que ella es realmente libre y el derecho de los demás a decirle a una mujer lo que tiene que hacer con su cuerpo.
Enlace a enlace terminé leyendo una crítica feminista a la crítica feminista del reagguetón (¿cuánto hay de etnocentrismo y clasismo en la crítica de feministas europea de los «ritmos latinos»? plantea la autora), una crítica feminista al número de la revista National Geographic que aborda los «otros géneros» por invisibilizar a las mujeres y la explicación de Jéssica Fillol de por qué abandonó el blog colectivo Locas del Coño.
Me encontré de nuevo en ese punto en que descubres que cualquier cosa presentada como progresista, feminista y emancipatoria puede ser vista como todo lo contrario en un tipo de debate que sólo puedo comparar con debates teológicos. Con el viejo mundo en crisis y los bárbaros a las puertas, estos debates me recuerdan el concepto de «discusión bizantina». Imagino la perplejidad de los historiadores futuros leyendo los textos de esta época al ponerlos en el contexto de la amenaza que supone el islamismo para los principios democráticos y de convivencia ante la pasividad del relativismo posmoderno imperante.
Dice Víctor Lapuente en «El sexo de la izquierda» que la insistencia de la izquierda en presentarse como abanderada de mujeres, personas LGBT y minorías étnicas le hace perder un mensaje universal. Como hemos visto en Estados Unidos recientemente y desde hace tiempo en Europa, ese vacío ideológico es ocupado por la ultraderecha. Y empiezo a pensar, si una posible reacción ultraconservadora será la solución terrible al problema. No la deseable, claro está. Pero al menos una solución.
A mí siempre me ha parecido que uno de los peores problemas que siempre ha tenido, y tiene, la izquierda es el dogmatismo. En la izquierda (según mi experiencia personal) es muy fácil encontrar ejemplos de esa frase que dice: «Más papistas que el papa». Esto provoca auténticas competiciones por ser es el más guay, por decirlo coloquialmente, y desde ese momento se inicia una carrera por ver quién es el más estricto y «cuadriculado» en sus planteamientos e ideas.
Comparto el tono y las ideas del texto… salvo el final. Salvo esa «terrible solución». Sería terrible, pero no sería solución. Por cada problema que rebajara, traería 4 más, porque dicha oferta es de localizar culpables, no de encontrar verdaderas soluciones a los problemas. Priorizar a los culpables por las soluciones es el verdadero extremo común de la política, actual y eterna.
Salvo ese detalle, concuerdo completamente. Las boutades, boludeces y gilipolleces que se van acumulando hierven muy despacio, pero no dejan de hervir. Se acumulan intensos sentimientos de agravio y alienación. Como bien dices, se habla en nombre de colectivos y se excluye sin parpadear a colectivos mayoritarios. Esa defensa del refugee es el peor favor que le pueden hacer, porque le oponen discursivamente al votante nacional. Y quien dice refugee dice cualquier otro «grupo desfavorecido».
Lo mejor del tema es que el sectarismo impide hacer bien las cuentas: si no se apela a las mayorías, no se puede ganar.
Creo que concordamos en que va a ocurrir un pendulazo, y mucho antes de lo que creen casi todos. El terreno ya está sembrado para una opción de ultraderecha moderna en España, con tal de que un grupo bien preparado se separe de las deudas y ataduras del pasado y alguien le preste un altavoz para lanzar mensajes sencillos al estilo de Alternative fur Deustchland.
Sea como fuere, no apostar por la mejora de las condiciones de vida de la mayoría, y despriorizarlos vs. minorías presuntamente agraviadas, es una enfermedad de este siglo. Es una enfermedad especialmente grave en las sociedades ricas y desarrolladas, y que apunta a que los propios activistas buscan con desesperación causas que sustituyan a las del siglo anterior
Muy buen articulo, creo que el problema en la izquierda no ha sido solo de disociación con la realidad, sino de excesivo pastoreo de sus votantes, a los que cada vez les es mas dificil cumplir con todas las exigencias de la corrección política.
Aunque creo que con Trump ocurre un poco como con el Brexit, todos vemos en su victoria lo que queremos (u odiamos).