Y Pablo Iglesias acabó con Podemos


Nadie puede acusar a Pablo Iglesias de haber ascendido de tertuliano televisivo a líder político manteniendo una agenda política oculta. En eso fue siempre sincero y directo. Él siempre expresó su intención de convertir a España en una república bananera. Y lo dejó bien claro para quien se molestó en escuchar sus conferencias en universidades españolas y fiestas políticas antes de fundar Podemos. También puso sobre la mesa su estrategia. Se trababa de montar un catch all party que apelara al votante cabreado y asqueado con la política española. Por tanto, había que renunciar al lenguaje y a los símbolos de izquierda para poder captar votos entre las señoras mayores que van a misa y los obreros que se ofenden cuando insultan a la nación española. Incluso renunció al discurso antimilitar y al A.C.A.B., argumentando que ahí había una masa enorme de funcionarios cuyo voto había que conquistar.

Tampoco ocultó su estrategia mediática. Se trataba de acudir a cada tertulia televisiva con la preparación de quien va a disputar una pelea por el título de los pesos pesados. Se encerraba con sus colaboradores, que le preparaban dosieres con los temas y luego actuaban de sparrings para entrenar respuestas. «La cuestión no es si un diputado de mi partido ha sido detenido tras violar a un niño refugiado sirio en su coche oficial, donde guardaba tres linces ibéricos muertos en el maletero, o no. Aquí de lo que tenemos que hablar es de que hay millones de españoles que no llegan a fin de mes por culpa de las políticas neoliberales del PP y PSOE…» Enfrente tenía a periodistas acostumbrados a que las tertulias televisivas fueran el partido de fútbol de solteros contra casados. Y, claro está, Pablo Iglesias brillaba dando voz al español cabreado.

La idea de Podemos era aprovechar la ventana de oportunidad que había creado la crisis. Pero esa ventana, no lo sabíamos, tenía fecha de caducidad más temprana de lo prevista. Los indicadores macroeconómicos empezaron a recuperarse y, al tiempo, los centros comerciales volvieron a estar llenos, si nos atenemos a lo complicado que se ha vuelto encontrar últimamente aparcamiento en el Carrefour y el Ikea. Pero sobre todo, el problema es que el hechizo se rompió tan pronto Podemos pisó escaño y moqueta.

El partido del chico cabreado que prometía poner todo patas arribas dejó de ser una promesa abierta a la imaginación para ser una realidad.  Y la frescura de los novatos en política se convirtió en majaderías de quien da más importancia al gesto que al trabajo hecho. Para colmo, Podemos resultó ser una partido de lo más convencional, con su aparato al servicio del líder para aplastar a los disidentes. Una cosa, en definitiva, muy aburrida. Entonces, ya no hizo falta seguir fingiendo. Resulta que dejaron de ser transversales y fagocitaron a Izquierda Unida para ocupar su lugar en el panorama político español: el eterno tercer partido, siempre en la oposición.

Un comentario en “Y Pablo Iglesias acabó con Podemos

  1. A mí me recuerda un poco a esos niños prodigio que cantan y actúan muy bien, pero que según se van haciendo mayores cada vez son menos contratados hasta que pasados unos años tienen que abandonar los escenarios.

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