Creé mi primer blog el 29 de febrero de 2004. Fue un año bisiesto. Como 2020. Yo por aquel entonces era un chico de provincias que había llegado a la gran gran capital creyendo que se le iba a abrir un mundo nuevo de posibilidades. Descubrí que las circunstancias podían ser diferentes, pero seguía llevando la misma vida de lobo estepario de siempre, agravada por un nuevo tipo de soledad: la del que lleva una existencia solitaria rodeado permanentemente de gente.
Semanas después tuvo lugar el atentado terrorista del 11-M, el mayor atentado terrorista de la historia de España. Alguien en el gobierno de José María Aznar hizo aquel día un cálculo político. Si el atentado era obra de la banda terrorista vasca ETA, la rabia e indignación de la sociedad española iba a generar un ascenso del sentimiento nacionalista español que se trasladaría en un voto al conservador Partido Popular en las elecciones generales del día 14 de marzo. Si el atentado era obra de una célula terrorista yihadista la sociedad española iba a interpretar el atentado como un acto de venganza por el apoyo del gobierno de Aznar a la invasión estadounidense de Iraq en marzo de 2003 y se iba a generar un sentimiento de indignación que en las urnas se transformaría en un voto de castigo contra el Partido Popular. Por tanto, era necesario que el gobierno transmitiera machaconamente el mensaje hasta la celebración de las elecciones de que la investigación apuntaba a ETA.

En su libro 11-M La Venganza, el periodista Casimiro García-Abadillo, que años más tarde llegaría a ser el director del diario madrileño El Mundo, cuenta que el día de los atentados miembros del partido socialista español (PSOE) se pusieron en contacto con miembros del Partido Demócrata en Estados Unidos, que les contaron su impresión de que en la comunidad de inteligencia estadounidense se consideraba que los atentados del 11-M eran de autoría yihadista. Eso llevó a que desde los medios de comunicaciones afines al PSOE se sembraran dudas sobre la versión oficial. Mi experiencia personal es que los estudiantes Erasmus en contacto con sus familias aquel día o periodistas en contacto con sus pares en lugares como Israel supieron que fuera de España se daba por hecho de que se trataba de un atentado de carácter yihadista.
La tarde del sábado 13 de marzo, en vísperas de las elecciones, se supo de las primeras detenciones que apuntaban a la pista yihadista. La sensación de indignación por lo que se percibía había sido una maniobra de desinformación del gobierno llevó a manifestaciones frente a las sedes del Partido Popular. En las elecciones generales celebradas el día siguiente ganó el PSOE, a pesar de que las encuestas anteriores a las elecciones daban como ganador al Partido Popular. Los acontecimientos sucedidos entre los atentados del 11-M y las elecciones del 14-M dieron la vuelta a las elecciones.
Cualquier persona que no simpatizara con el gobierno del Partido Popular en 2004 puede contar su experiencia personal de aquellos días. Mi padre siempre recuerda cómo un ministro del gobierno de José María Aznar llamó «miserables» a todos aquellos que dudaran de la versión oficial. Para todos nosotros, la gestión informativa de los atentados fue la clave. La sensación de que el gobierno mintió a propósito generó una ola de indignación que llevó al gesto inaudito de manifestaciones el día antes de las elecciones, en lo que en España se considera «jornada de reflexión» y están prohibidos los actos políticos.
Los simpatizantes del gobierno del Partido Popular tienen un recuerdo totalmente diferente. Y ese recuerdo fue moldeado por la reinterpretación que hicieron los medios conservadores de la derrota electoral, que les pilló por sorpresa. Durante los siguientes meses fueron reconstruyendo los hechos. El gobierno no mintió sobre la autoría de los atentados. En realidad fue engañado por altos mando de la policía, muchos de los cuales habían hecho su carrera durante el anterior gobierno socialista (que estuvo en el poder hasta 1996). Los atentados parecían hechos por un grupo de terroristas yihadistas, pero en realidad había sido organizados por la banda terrorista vasca ETA en un plan preparado con el PSOE y con la participación de los servicios secretos marroquíes para introducir dos capas de pistas falsas: una primera que apuntaba erróneamente a ETA para engañar a los investigadores durante las primeras 72 horas y una segunda que apuntara a una célula yihadista que actuara de cabeza de turco. A cambio de los servicios de ETA, el nuevo gobierno del PSOE le concedería la independencia al País Vasco.

Sobra decir que las teorías de la conspiración del 11-M eran un disparate. Pero eso no fue obstáculo para que dos medios les dedicaran bastante espacio: el diario madrileño El Mundo y el diario on-line Libertad Digital. Las teorías de la conspiración partían del desconocimiento que la sociedad española tenía entonces del fenómeno terrorista yihadista y planteaban que el 11-M era un atentado sospechoso porque en él no habían participado terroristas suicidas, no había una conexión directa con el núcleo duro de Al Qaeda y porque miembros de la célula se movían en el mundo del trapicheo de drogas y la pequeña delincuencia. Su única referencia era entonces los atentados del 11-S. En los años posteriores se demostraría que precisamente el patrón más habitual de la yihad europea eran los elementos vistos el 11-M. En el fondo, las teorías de la conspiración partían de una perspectiva racista en la que se consideraba difícil de creer que unos «moritos» hubieran cometido el mayor atentado de la historia de España durante un gobierno del infalible Partido Popular.

Años después me encontré con algún amigo que defendía vehemente que «algo» raro había pasado el 11-M. Era incapaz de asumir que el gobierno de José María Aznar se había equivocado y había mentido, o al menos se había creído sus propias mentiras. El Partido Popular terminaría por asumir las teorías de la conspiración y haría preguntas al gobierno en el Parlamento al respecto. Esto dio esperanzas a los defensores de las teorías de la conspiración esperaban que la llegada al poder del Partido Popular arrojaría luz sobre los acontecimientos del 11-M. Sobra decir, que cuando Mariano Rajoy, elegido por José María Aznar mediante el dedazo como su sucesor al frente del Partido Popular, llegó al poder en 2011 de las teorías de la conspiración del 11-M nunca más se supo.
A pesar del vuelco electoral del 14-M, el PSOE no alcanzó la mayoría absoluta. Requirió del apoyo electoral de Izquierda Unida, la coalición de partidos liderada por el Partido Comunista Español (PCE). La prensa de derechas se refirió a aquel gobierno como «social-comunista». Teniendo en cuenta que España había entrado en la moneda única europea, los márgenes de actuación en materia económica de aquel gobierno no fueron muy amplios. Así que sus medidas estrellas entraron en el terreno de lo simbólico, como la Ley de Memoria Histórica, el matrimonio igualitario y las negociaciones con la banda terrorista ETA, muy debilitada.
A ojos de la derecha conservadora, el nuevo gobierno pretendía destruir España, rindiéndose ante el terrorismo separatista, además de pretender romper la familia tradicional. Se convocaron grandes manifestaciones en el centro de Madrid, con movilización de autobuses desde todas las esquinas de España para hacer bulto. Los defensores de las teorías de la conspiración se sumaron a aquellas manifestaciones. Recuerdo el comentario de uno de ellos que soñaba que al final de la manifestación el presidente del gobierno tuviera que abandonar Madrid en helicóptero, en referencia a la dimisión del presidente argentino De la Rúa, en plena crisis económica y social del país, que abandonó la Casa Rosada en un helicóptero de la fuerza aérea. También recuerdo a cierto comentarista político preguntando dónde estaba el ejército en un momento crucial de España como aquel.

La teoría de la conspiración del 11-M tenía serias implicaciones políticas. El gobierno del PSOE había negociado con dos enemigos tradicionales de España, Marruecos y la banda terrorista ETA, para cometer el mayor atentando terrorista de la historia de España y llegar al poder. Por tanto, era un gobierno ilegítimo ante el que cualquier medida era lícita para desalojarlo del poder. Yo, que pasaba buena parte del tiempo pendiente de Internet, sentía que el clima político en España se había hecho irrespirable. Por aquel entonces yo mantenía el Lobo Estepario como nombre de guerra en Internet y procuraba que no hubiera foto alguna de mi cara. Me preocupaba permanecer anónimo. Llevó tiempo darme cuenta que el ambiente guerracivilista que se vivía en Internet no se trasladaba a la calle.
En aquel tiempo las redes sociales no habían despegado como fenómeno en Internet. La forma de comunicación más popular era MSN Messenger y era el tiempo del ascenso de los blogs. La derecha conservadora, jugando a la contra, parecía mejor organizada. Contaba con portales como RedLiberal.com, que servía de paraguas para un amplio espectro de la derecha española. Y es que en España «liberal» se convirtió en un eufemismo para definir cualquier forma de derecha ante el desprestigio de términos como «conservador». El periodista Fernando Berlín retrató aquel panorama en un artículo célebre, «La Red de pensamiento agitativo en Internet«, que el diario madrileño El País publicó en septiembre de 2004.
Después de las manifestaciones de este fin de semana, volvemos a lo mismo. A la derecha manifestándose contra un gobierno social-comunista, enemigo de la democracia y la libertad, que esta vez es responsable de miles de muertos por la gestión de la pandemia del coronavirus. Y por tanto cualquier medio es legítimo para echarlo del poder. A la agitación en Internet. Al ambiente político irrespirable. A las guerras culturales. Vuelta a empezar. Un buen momento para retomar el blog.
La política de estas últimas semanas está siendo especialmente marrullera.
El 11M fue la venganza de la inteligencia militar de Marruecos contra Aznar por retomar el islote Perejil manu militari, en una afrenta a su nuevo rey. El SOE y Francia fueron cómplices y se beneficiaron.