El viaje de tu vida

Siempre me ha llamado la atención cómo se construyen las expectativas personales, algo que creemos tan íntimo y personal pero que una y otra vez descubrimos están moldeadas por la publicidad, el cine y la ficción televisiva. El otro día vi Eurotrip, una película de 2004. No tengo reparos en reconocer que veo películas malas. Mientras que literatura o la música comercial me irritan mucho, a la hora de pasar el rato y desconectar del mundo me parece mejor opción el cine de entretinimiento que una de esas películas trágicas que pretenden concienciar al espectador sobre algún aspecto de la vida o del mundo. Creo que para eso están los documentales y los reportajes.

Eurotrip va de tres amigos y la hermana de uno de ellos que terminan embarcados en una aventura que les lleva por Londres, París, Amsterdam, Bratislava, Berlín y Roma. Lo divertido es la perspectiva exagerada que presentan de Europa, una tierra de libertinaje y desenfreno que se presenta promisoria para unos estudiantes que acaban de terminar la secundaria en los remilgados Estados Unidos. Parte de la gracia de la película está en que juega con esa ilusión que todos compartimos en algún momento de nuestra adolescencia de recorrer Europa con la mochila al hombro esperando vivir una gran aventura a cuyo fin seamos personas diferentes. La película parte del mito y se ríe de él, riéndose tanto de los estereotipos europeos como de los torpes e ignorantes estadounidenses a lo protagonistas National Lampoon’s European Vacation. Es una comedia tonta y facilona, pero en cierta forma entrañable porque todos soñamos con un viaje así.

Ha pasado tiempo desde mi último viaje con mochila por países desconocidos en tren o por carretera. Me quedan pocos países que realmente me apasione conocer. No tengo fecha pero en mi mente tengo muy claros los trayectos de cuatro viajes largos que tengo pendientes por los Balcanes y el Mediterráneo oriental. Son proyectos que mantienen la esperanza y la ilusión. Pero siempre me he preguntado qué pasaría el día que viera un mapa y no encontrara un lugar que me hiciera volar la imaginación. Ese día en que hubiera hecho todos los viajes que siempre soñé. Y un día, leyendo sobre el California Zephyr, el tren que atraviesa Estados Unidos desde Chicago a San Francisco, de pronto seguí con los parques nacionales del oeste del país. Y redescubrí Sión, la tierra prometida.

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