Hace ya un montón de años leí una mención de un columnista del diario El Mundo sobre una poetisa rusa que había recitado sus versos en un acto en Madrid. Busqué información sobre ella en Internet y sólo encontré información sobre su colaboración con la sede moscovita del Instituto Cervantes. Ahora sé que Natasha Vanjanen es poetisa, hispanista y traductora.
De aquella columna periodística que la mencionaba tomé nota de un poema suyo que terminaría guardando en las páginas del diario que escribí durante un viaje por Europa en el verano de 1999. En aquellos 47 días alcancé el Círculo Polar Ártico en la antesala de la Laponia finlandesa y contemplé desde sus pies las cumbres nevadas de los Alpes suizos. Viví con tanta intensidad aquellas semanas que me sentía incapaz de explicarme ante los demás. Nunca había estado tanto tiempo solo y lejos de casa. Pero cuando volví a casa me encontré que nadie estaba interesado en lo que yo había vivido y aprendido.
Así que allí estaban las palabras de Natasha Vanjanen, que llevé a partir de entonces en mi cabeza en cada viaje junto con el deseo de no volver.
¡Jasón, no regreses jamás!
¿Para qué quieren las gentes tus hazañas?
Desean oro, pero sólo
en piezas acuñadas con perfil cincelado
por algún artista que sepa conferir
hermosa crueldad a cualquier rostro.
Y no tienen por qué quererte,
porque seas un héroe, Jasón.
No regreses.
El cuerpo me pide viajar de verdad. Viajar.