El otro escribí sobre los orígenes de este blog y de cómo mis anteriores blogs personales respondieron a circunstancias personales diferentes. Este, en cambio, tiene la particularidad de que existido por tanto tiempo, más de doce años, que esas circunstancias han cambiado. Y soy capaz de notar de cómo el «espíritu de los tiempos» ha ido cambiando.

Esta blog nació en un momento muy oscuro de mi vida pero no quería emplearlo para hablar de mí mismo, sino de arquitectura, cine, música, televisión, etcétera. Por el camino fui reflejando mi perplejidad ante asuntos que flotaban en la cultura del momento, lo que me llevó a escribir repetidamente de la nostalgia por épocas pasadas y la fascinación por el retrofuturismo que aparecían reflejados en el mundo del diseño.

Puede que el concepto le resulte extraño a los jóvenes de la Gen-Z que han vivido la pandemia, la segunda invasión rusa de Ucrania y ahora asisten a la posible escalada en Oriente Medio. Pero hubo una época en que el futuro generaba esperanza. Me acuerdo de aquellos monográficos sobre el mundo del futuro de las revistas Geo o Muy Interesante. Me acuerdo del boom de las puntocom, nuestra esperanza puesta en Internet y aquel monográfico de la revista Wired titulado «The Long Boom» que compré en una estación de Alemania en julio de 1997.

Ahora sólo me apetece hablar de crisis y decadencia. Y no sólo del notorio estancamiento económico de España. Sino de la sensación colectiva de crisis en Occidente. No me atrevo a decir que estamos en la crisis definitiva, ni tengo claro cuál será la solución óptima. Pero parto de la ventaja de que este es un blog anónimo y puedo escribir con total libertad. Y eso ahora mismo es un lujo.

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