Se quejaba hace poco Evan Puschak (Nerdwriter) de la «epidemia» de películas simplemente «pasables» que afecta a Hollywood.
Como ejemplo del estado de cosas y a modo excepción, Puschak recogía una reseña de John Wick en la que alaba que es «una película que sabe lo que es». Esto es, los creadores de John Wick fueron conscientes de que su objetivo era producir una película de acción destinada al entretenimiento y se tomaron en serio esa empresa. Eso es algo que se echa en falta en esta era de abuso de efectos especiales por ordenador y trabajo de cable.
John Wick fue estrenada en 2014 y fue codirigida por Chad Stahelski, un experto en artes marciales que había trabajado como especialista, junto con David Leitch, poseedor de una larga trayectoria como director de especialistas en películas de acción. La película fue protagonizada por Keenu Reeves, cómo no. John Wick tiene una estética muy particular, presenta un universo original y bebe del género heroic bloodshed del cine hongkonés. Las escenas de acción son un festival de virtuosismo de gun fu en el que destaca el trabajo de Keanu Reeves, al que hemos podido ver entrenando el uso de armas y artes marciales preparando para la secuela. Y ese compromiso con el resultado y ese esfuerzo extra para ofrecer algo diferente me parecen una muestra de coherencia y honestidad en el trabajo que merece ser aplaudida.