No sé cuándo podré ahorrar lo suficiente para llevar a cabo los planes de viaje que se acumulan en mi cabeza. Uno de ellos implica recorrer Albania, comenenzando en la isla griega de Corfú para desde allí tomar un barco hasta Sarandë. Cerca de allí están las ruinas de Butrint. Desde allí viajaría rumbo norte para visitar las pintorescas ciudades de Gjirokastër y Berat, antes de llegar a Tirana. No es que la capital del país ofrezca mucho, pero cerca de allí está Krujë y su castillo, con un museo que honra a Skanderberg. A partir de ahí, viajaría rumbo a la frontera de Macedonia para perderme por los pueblecitos en los alrededores de Ohrid y sus iglesias bizantinas. Desde Macedonia será fácil hacer una breve incursión en Kosovo, antes de poner fin al viaje o conectar con otra de las rutas balcánicas que tengo en mente.
Albania es un país poco conocido y poco explotado por el turismo. Miguel Silvestre ha estado allí hace poco con su moto y lo cuenta en La emoción del nómada. Ya hablé aquí del fotógrafo belga Frederik Buyckx y su colección Moving Albania. Pete Brook habla de los famosos búnkers que salpican el país como setas de cemento por la paranoia del dictador Enver Hoxa ante una invasión del país.