Música de mierda

Hay una constante en mi vida. En distintos momentos y lugares alguien se ha dirigido a mí para comentarme con sorna que la música que me gusta y estaba en aquel instante escuchando a oídos de todo el mundo era «música de mierda».

Me ha pasado escuchando desde una sinfonía de Beethoven a Loreena McKennit. Y no me sucedió rodeado de rudos camioneros y toscos obreros. Me ha pasado rodeado de personas con estudios universitarios y trabajos cualificados.

Mi reacción ha ido variando a lo largo del tiempo. Hubo veces que me afectó profundamente, como una ofensa que resumía en aquel desprecio ignorante toda mi vida en un instante. Otras me resultó divertido como lo son los chistes realmente malos. Me resultó divertido lo atrevido de la ignorancia.

En los últimos años he repetido varias veces la broma de compartir en Facebook un vídeo musical que acababa de descubrir con emoción y lo anunciaba sabiendo que nadie reaccionaría porque mis gustos no son compartidos. Y alguna que otra vez dije que mi vocación frustrada era la de locutor radiofónico al estilo de Ramón Trecet y su programa Diálogos en Radio 3. Así que he decidido que voy a grabar un podcast sobre la música que me gusta.

«Música de mierda» fue el primer título que se me ocurrió. Un gran escupitajo rencoroso al mundo. Pero creo que la ironía no sería entendida por muchos. También pensé en algo así como «La música del Lobo Estepario». Incluso pensé en otra referencia a la novela de Herman Hesse: «No para cualquiera».

La verdad es que no sé qué nombre le voy a poner al programa. Tengo pensado los contenidos de los tres primeros. Espero empezar pronto.

Buscad la belleza

Yo era oyente de «Diálogos» en Radio3. Descubrí un montón de música gracias a Ramón Trecet. Recuerdo que escuchaba su programa tumbado en la cama en mi cuarto después de comer antes de salir para clase. Odiaba lo que estudiaba, la mayoría de las cosas en mi vida no funcionaban y aquella música era la puerta a otro mundo. Trecet hablaba de música y en realidad lo hacía de la vida y el mundo, como hace cuando habla de deporte. Es difícil explicar el efecto que causaba. A veces comentaba correos electrónicos que le llegaban y tengo referencias de otros oyentes que lo conocieron antes que yo por lo que sé que sus visión de las cosas nos inspiraba. Supongo que todos los que escuchábamos aquellas músicas minoritarias (Hedningarna, Philip Glass o Alkistis Protopsaltis) éramos los típicos empollones frikis solitarios cortados por el mismo patrón. Compartíamos cierta ética y cierto sentido de la épica.

Me he acordado de “buscad la belleza ahí fuera, porque es lo único que merece la pena en este asqueroso mundo” en estos días de reformas legislativas para criminalizar las protestas en plena crisis del Estado del Bienestar. Así que disculpen que no sea más político.