¿Se le acaba el cuento a Leica?

La industria japonesa barrió en mercados como el de las cámaras de fotos, las motos y los relojes de pulsera. Las marcas europeas desaparecieron o se refugiaron en los nichos de mercado de productos premium. En el terreno de la fotografía, tras el fin de la fabricación de las Zeiss Ikon analógicas, la marca Leica ha quedado como das Kamera.

Durante mucho tiempo los fans de Leica argumentaron que había algo único y especial en las fotos que hacían las cámaras Leica, los famosos «colores Leica» por ejemplo. Pero en la era digital, donde todo es medible y cuantificable, queda demostrado que una cámara Leica que cuesta cinco veces más no necesariamente hace fotos cinco veces mejores. Supongo que para el fotógrafo puntilloso dispuesto a gastar mucho, pagar más para tener una mejora marginal en los resultados vale la pena.

«J Shin» contaba la epifanía que sufrió al encontrarse la pasada Navidad una lente Leica por 2.600 dólares en eBay. Era una ganga considerando el modelo de lente y la condición del ejemplar en venta. Pero empezó a preguntarse qué sentido tiene gastarse auténticas fortunas en una cámara y lente que, dada la inversión hecha, genera aprensión sacar a la calle. Y sobre todo empezó a preguntarse qué sentido tenía gastarse un disparate de dinero cuando hasta la gama alta de las cámaras sin espejo empiezan a dar unos resultados notables. Al comprar una Leica cuyo cuerpo vale seis mil euros no consigues ni siquiera fotos que son el doble mejor de una cámara cuyo cuerpo cuesta mil. Y J Shin añade una cosa interesante. Las diferencias de resultados entre cámaras que cuestan bastante diferente empiezan a no ser apreciables al ojo humano para un fotógrafo medio que no esté preparado para buscarlas. Y ni hablar si las fotos han sido sometidas a procesamiento digital.

No es de extrañar por tanto, que Leica ande un tanto desnortada. Su único mercado seguro es el de lo esnobs adinerados dispuestos a pagar el punto rojo, aunque sea en una cámara Panasonic con una carcasa ligeramente diferente. Mientras, sufre la competencia de Fuji, que vende nostalgia fotográfica con tecnología de vanguardia (véas sus cámaras sin espejo y la X100). Será un gesto desesperado en busca de mercados nuevos que haya sacado al mercado uno de esos modelos que son una respuesta a preguntas que nadie ha hecho. Decía Iker Morán en quesabesde.com hace poco que «hace tiempo que las Leica perdieron su alma». Así que mejor no hablamos de Hassebald, que ha añadido madera y adornos varios a la Sony NEX 7 para venderla por una cantidad tan disparatada que alguien de la marca ha tenido que salir a defenderla: «No obligamos a nadie a comprarla». Sólo le faltó añadir llorando «por favor, no me peguen».