Ya tengo el coche

Tenía una imagen. El relato arranca con el protagonista conduciendo hacia el trabajo por la Avenida Kutuzov (Kutuzovsky Prospekt) de Moscú. Estuve leyendo sobre la industria automotriz soviética durante los años 80 y me lo imaginé al volante de una variante del VAZ-2101 «Zhigulí», posiblemente la 2105. Y entonces encontré esta maravilla:

Volga M21 coupé

Un Volga M21 coupé. Un coche que jamás existió en la Unión Soviética y que nació por el capricho de un millonario ruso que quería el corazón de un deportivo BMW 850 con una carrocería inspirada en la del Volga M21 de tercera generación, coche que jamás tuvo versión coupé.

De pronto, cómo llegó un vehículo tan lujoso a sus manos me sirvió de excusa para introducir una idea que tenía reservado para otros relatos. Y así, sin querer, comienza a rodar todo…

William Gibson y la postmodernidad postcyberpunk

El primer libro que he comprado para mi nuevo Kindle es «Rewired», una antología de relatos postcyberpunk. Lo escogí no tanto para entrar en discusiones sobre el sentido de esa clase de etiquetas, sino por la carga simbólica del cacharro.

Estos días estoy releyendo «Postmodernidad» de David Lyon, una de esas «guías básicas» a las que conviene volver una y otra vez como punto de partida de un camino en una nueva dirección. Y me ha llamado mucho la atención la reseña hecho por Asunción Álvarez de «Pattern Recognition», la primera novela de la trilogía que acaba de cerrar William Gibson y en la que desde su punto de vista privilegiado disecciona cosas que a mí me pasaron bastante desapercibidas.

Una minoranza

– Sà cosa stavo pensando? Io stavo pensando una cosa molto triste, cioè che io, anche in una società più decente di questa, mi troverò sempre con una minoranza di persone. Ma non nel senso di quei film dove c’è un uomo e una donna che si odiano, si sbranano su un’isola deserta perché il regista non crede nelle persone. Io credo nelle persone, però non credo nella maggioranza delle persone. Mi sà che mi troverò sempre a mio agio e d’accordo con una minoranza…e quindi…»

Caro Diario, Nanni Moretti (1993)

Epifanía

Cuando estudaba estudiando la carrera cayó en mis manos un número aniversario de la revista Ajoblanco. Su director, José Ribas, contaba en un artículo el nacimiento de la revista. Describía los últimos años del franquismo en Barcelona, cuando las fuerzas políticas más activas entre las masas universitarias eran las marxistas-leninista. Se quejaba Ribas de que en aquel entonces todos aquellos líderes y militantes estudiantiles, tan ortodoxamente radicales, tenían un alma gris de burócrata. Cuarto de siglo después, en otra universidad, vivía yo una sensación parecida.

Y otra vez sucedió, releyendo la revista Ajoblanco. En una recopilación de artículos antiguos con motivo del 10º aniversario de la segunda época de la revista encontré una entrevista a Allen Ginsberg.

-Hace tres años estuve en Checoslovaquia, en una reunión de poetas de la Universidad de Olomouc. Me asignaron como intérprete un joven estudiante de segundo de medicina, al que me presentaron como uno de los líderes estudiantiles de la revolución de terciopelo. Me interesé: ¿Cómo lo hicistéis? Hubo una gran asamblea-me dijo. Y el presidente del órgano estudiantil nos aseguró que no teníamos que hacer nada, que no había que ir a la huelga, que teníamos que continuar con nuestros estudios y no provocar violencia. Me levanté de un salto y dije: «Represento al comité de huelga de los estudiantes. Queremos una votación» 5950 estudiantes votaron por la huelga y sólo cincuenta, los líderes estudiantiles, los burócratas oficiales, votaron que no«.

Le pregunté si le sorprendió haber sido capaz de provocar aquello. -me respondió-sobre todo porque no había ningún comité de huelga. ¿Y de dónde sacaste el valor? Cuando tenía dieciocho, y estaba en la mili, leí tu poesía y la de Kerouac y Burroughs. Y me espabilé.

Eso me interesaba. ¿Qué clase de escritura puede hacer que una persona se separe de los demás, se mire a sí misma y se vuelva indpendiente? Así que le interrrogué: ¿Qué más leíste? Dostoyevski, Baudelaire, Rimbaud, Kafka… ¿Y qué música escuchabas? Los Beatles, Bob Dylan, Soft Machine, Lou Reed, Velvet Underground

Entonces le interrumpí. Todo volvía a Poe. Se hizo una luz en mi cabeza. Porque me di cuenta de que a Dostoyevski le gustaba Poe. Todo el sentimiento de culpa y de conciencia de El barril de amontillado lleva a Crimen y Castigo.Y Baudelaire fue el prototipo para Rimbaud y Artaud. Y el sentido de paranoia de Kafka viene de Poe. Y los Beatles le pusieron en la portada de Sargent Pepper’s. Y Burroughs, Kerouac y yo aprendimos de Poe… Poe está en el origen de toda la conciencia moderna.

Comprendí que Poe tiene más efecto en hacer a la gente independiente, consciente de su conciencia, que cualquier otro escritor. En contradicción con el pensamiento de Marx, Poe estaba en la torre de marfil, en la belleza pura. Mientras que Marx siempre dijo que hay que estar en la vanguardia de la revolución y tomar tu ideología del Comité Central del Partido Comunista, que habla por el proletariado, para que puedas hablarle al proletariado. ¡Y no movieron a nadie a nada! Mientras que Poe, que era el arte por el arte, tiene el efecto político más grande que ningún otro. Porque fue al corazón de todo lo que es puro, a la belleza. Cuando vi que todo volvía a Poe, casi me echo a llorar. Siempre me había interesado cuál es el efecto de la literatura en la vida social. Y ahí estaba el ejemplo más puro: El chaval lidera la revolución de los estudiantes y todo vuelve a Edgar Allan Poe. Paradójico y delicioso. Es la clase de cosas que te dan fe en la naturaleza humana.

Viajar por un mundo plano

Quizás Europa haya dejado de tener en España esa resonancia mítica que tuvo en su momento. Las líneas aéreas low-cost popularizaron en tiempos con el barril de crudo más barato que ahora las escapadas de fin de semana a Londres o París y los viajes para visitar a ese conocido que estaba pasando una temporada trabajando en Irlanda o cursando un semestre como estudiante Erasmus en Italia.

Pero hace diez años, antes del euro y de las aerolíneas low-cost, Europa era una tierra mítica a la que los españolitos de a pie llegábamos con ojos asombrados y un billete Interrail. E inevitablemente topábamos con el ejército de mochileros anglosajones que todos los veranos desembarca en Europa. La historia solía ser normalmente la misma: Tras cruzar el ecuador de la carrera o tras licenciarse, pero siempre antes de incorporarse a la vida adulta, estadounidenses, canadienses y australianos empleaban meses para recorrer Europa de una punta a otra en una nueva edición del Grand Tour.

Sé recitar de memoria la lista de países que he visitado, y ya son unos cuantos. Pero lo que no sabría decir es en qué momento empecé a sentir esa sensación de estar una y otra vez en el mismo sitio al entrar por la puerta de los albergues juveniles (“hostels”). Sea en Bruselas, Cracovia o Estambul uno se encuentra siempre el mismo panorama: El inglés no ya usado como lingua franca sino como idioma oficial. Un salón con un enorme aparato de televisión sintonizado en la MTV y una pila de DVD de películas con los éxitos comerciales del último año. Como fauna un grupo de estadounidenses, australianos y canadienses hablando de lo barato que es bucear en los arrecifes de coral en Tailandia, los maravillosos paisajes que se contemplan en la ruta de los Annapurna y qué duro es el síndrome del mal de altura en Bolivia. A la conversación se une un puñado de escandinavos, alemanes y holandeses que hablan en perfecto acento de Nueva Inglaterra, producto del tiempo pasado en un college. Y sin importar el país o la ciudad la conversación deriva en dónde beber alcohol barato y poder ver por satélite en pantalla grande los partidos de la Premier League o la NFL.

La única alternativa parece mejorar tu inglés y abrazar ese mundo anglosajón sabiendo que siempre serás ciudadano de una provincia periférica del Imperio. Pero hay algo más que la resistencia a viajar por el mundo para que sin importar donde vaya siempre encuentre ese microcosmos anglosajón. Es una cierta intuición de que si el idioma no es más que en el fondo una tecnología de comunicación el monopolio cultural no puede ser nada bueno.

Otra vez África

El otro día hablé de África y al poco tiempo me encontré una noticia en Menéame que ahonda en las ideas que yo esbocé. Sobra decir el tono de los comentarios allí.

Magatte Wade es una empresaria de Senegal de la que BBC habló recientemente.

En una entrevista, donde menciona los problemas burocráticos y las trabas para montar una empresa en África, contaba de las ONGs:

Con frecuencia, éstas pagan a jóvenes incompetentes, pero idealistas, de países desarrollados para decir a nuestra gente lo que tiene que hacer. Consiste más en hacer que los donantes y jóvenes idealistas se sientan bien con ellos mismos que en beneficiar a nuestros países y a nuestra población.

Y añadía:

En un momento dado calculé que había alrededor de 500.000 cooperantes en África. Si tuviéramos 500.000 empresarios, cada uno con los 100.000 dólares de capital que, probablemente, absorban anualmente cada uno de los cooperantes, estaríamos mucho mejor.

En el mismo artículo se entrevista a Michael Strong, directivo de una ONG dedicada a impulsar el «emprendedurismo y capitalismo consciente» y vinculado a la iniciativa de «charter cities» en Centroamérica, un concepto que conocí aquí al lado y que ya veo que se enfrenta a resistencias locales.

El mercado de la fotografía

Sospecho que si dedicara tanto tiempo a leer sobre técnica fotográfica como el que dedico a leer sobre tecnología fotográfica sería desde luego mucho mejor fotógrafo. Y mejor no hablamos de si dedicara ese tiempo a hacer fotos… Creo que el asunto tiene que ver con un prejuicio en el que caen todos los aficionados novatos a la fotografía: Si tuviera una cámara mejor haría mejores fotos. Así pasamos tanto tiempo leyendo sobre cámaras y objetivos con esa idea de «si mañana me tocara la lotería…». La realidad es que el mundo de la fotografía anda bastante revuelto en uno de esos momentos de transición tecnológica.

La fotografía dio el salto al mundo digital con dos líneas de producto totalmente diferenciadas. Las réflex digitales y las compactas. El salto tecnológico en las cámaras réflex se pareció a la aparición de los primeros coches con motor de explosión. El Benz Victoria no se diferenciaba mucho de un coche de caballos al que le han acoplado un motor. De esa misma manera, las réflex se hicieron digitales llenando con circuitería el espacio que antes ocupaba el carrete.

Nikon F100

Nikon F100


Nikon D700

Nikon D700

Así, si uno compara una Nikon F100 analógica de 1999 con una Nikon D700 digital de 2010 tendría que darles la vuelta para encontrarse con la pantalla digital que ocupa la parte de atrás de la segunda y encontrar una diferencia notable de diseño. Las compactas, las «cámara de bolsillo», en cambio evolucionarion de las diferentes variantes del «cacho de plástico con ojos» a unos pocos tipos estandarizados: Las «bolsilleras», «viajeras», «bridge», «avanzadas» y «sumergibles a pruebas de golpes».

La diferencia fundamental entre unas y otras es que las réflex digitales cuentan con un sensor de mucho mayor tamaño y que sus ópticas son intercambiables. El mercado de las primeras ha estado coronado por Nikon y Canon, uno de esas rivalidades que provoca debates eternos en Internet. Por debajo, varias marcas han competido, usando como baza una buena relación calidad/precio o tecnologías innovadoras, como es el caso de Pentax o Olympus. Sony a última hora tras comprar Minolta. Kodak, Fuji, Panasonic y Samsung hicieron por su parte alguna incursión en el mercado de las réflex digitales con más o menos fortuna.

En agosto de 2008 Panasonic y Olympus lanzaron un nuevo tipo de cámara. Disponía de ópticas intercambiables como una réflex pero internamente prescindía de los mecanismos de espejo y prismas, que eran un legado de la era analógica, para dar el salto a un sistema completamente electrónico. El nuevo formato, Micro Cuatro Tercios, tiene un sensor más pequeño que las cámaras réflex así que ofrece algo menos de calidad en mucho menos peso y volumen. Olympus y Pansonic se han dedicado a lanzar desde entonces un montón de cámaras iterando los mismos diseños (Panasonic G1, G2, G3, G10, GH1, GH2, G1, GF2, GF3, GX1; Olympus EP-1, EP-2, EP-, EPL-1, ELP-2, EPL-3 EP-M1).

Las cámaras sin espejo se convirtieron en ese producto que obligaba a todas las marcas a posicionarse. Al principio los responsables de comunicación del resto de marcas dijeron orgullosos que sus clientes jamás renunciarían a la calidad que proporcionaba una réflex para adoptar una estándar de calidad inferor. Eso era verdad para los fotógrafos profesionales, pero para los aficionados que cargamos la cámara para hacer fotografía de viajes y/o naturaleza el ahorro de peso y espacio es una bendición. Luego los fabricantes dijeron que estaban observando la evolución del mercado y por último todos han tenido que actuar.

Samsung, que había en el pasado comercializado cámaras Pentax bajo su propia marca, lanzó su estándar de cámara sin espejo que no parece esté teniendo gran impacto. Ricoch, que fabricaba compactas de calidad y diseño minimalista, sacó un sistema modular. El usuario conserva un módulo principal con la pantalla e inserta otro con el sensor y la óptica. Por un lado tiene la ventaja de que el sistema permite conserva la tecnología que menos cambia, la pantalla, para actualizar aquel en el que hay más evolución, el sensor. Pero eso significa también que en cada módulo nuevo se está pagando un sensor y una óptica. El resultado es un sistema caro que tampoco ha tenido mucho éxito comercial.

Pentax y Nikon lanzaron sus sistemas de cámaras sin espejo. Pero ambos optaron extrañamente por ponerle un sensor pequeño, más propio de una compacta, creando algo que nunca nadie había pedido: Una compacta cara de ópticas intercambiables. El sistema de Nikon parece ser el de más éxito de los dos por una cuestión de marca.

Sony entró más tarde, al igual que hizo en el mercado de las réflex, pero usando todo el peso de su marca y su capacidad comercial. Y además incluyó en su gama una cámara sin espejo de gama alta, algo que faltaba en los escaparates de los otros fabricantes orientados al mercado aficionado.

Fuji X100

Fuji X100 (foto: Quesabesde.com)

Los dos últimos en tomar posición han sido Fuji y Canon. Fuji comercializó hace años cámaras réflex Nikon de gama alta con su propia marca pero descubrió recientemente un gran filón con la X100, una cámara con sensor de cámara réflex y óptica fija en un cuerpo pequeño de estilo retro. Es una tema del que merece la pena hablar otro día porque me interesa mucho la nostalgia como producto y el diseño como valor añadido. Resulta curioso cómo a estas alturas de la evolución de la fotografía digital los diseños «retro» son capaces de tocar la fibra sensible de los consumidores.

Tras la X100, Fuji introdujo una cámara de diseño externo parecida pero con un sensor de compacta avanzada, la X10. Y por último ha lanzado su propio sistema sin espejo con un modelo, la X-Pro 1, que se coloca en prestaciones por delante de cualquier otra cámara del sector.

Canon, por su parte, fue de las marcas que se mostraron más reacias a los sistemas sin espejo y recientemente ha jugado sus cartas. Ha tomado el diseño de la serie G, sus compactas de gama alta, para introducirle un sensor grande pero sin llegar al de una cámara réflex para situarse por encima de las cámaras sin espejo en calidad con su Canon G1 X.

Al final, lo que ha estado sucediendo es que cada fabricante ha sacado un estándar sin espejo no necesariamente compatible hacia atrás con su propio formato réflex. En este tipo de situaciones con muchos estándares algunas compañías terminarán pegándosela porque el mercado no aguanta tanto estándares. El primer caso de apuros es Pentax. Fue comprada por Hoya, conocida por ser fabricante de filtros. Al poco tiempo Hoya anunció que se quedaba con la parte de sistemas ópticos para medicina de Pentax y vendió la línea de negocio de fotografía a Ricoh. La empresa resultante tiene ahora dos líneas de negocio, el modular de Ricoh y el sin espejo de Pentax, que no parecen despegar y podrían verse acompañados en un futuro por un sistema sin espejo nuevo de Pentax. Olympus que ha sido una marca innovadora resultó haber estado haciendo ingeniería contable y despidió a su CEO occidental que descubrió la mierda bajo la alfombra. Como en el caso de Pentax la división de equipos de laboratorio médico es la que da beneficios y la división de fotografía es el agujero negro. La empresa se ha desplomado en la bolsa y se habla de un comprador. Se habló de Panasonic, socio en el formato Micro Cuatro Tercios, para luego hablar de Samsung, cuya aventura en el sector no despega. Por el camino quedaron abadonados los usuarios del formato réflex de Olympus que desde que apareció el Micro Cuatro Tercios no ha tenido nuevos desarrollos.

El único consejo posible es «wait and see».

Superar el Romanticismo

Jóvenes artistas, hedonistas y vitales que viven intensamente cada minuto como si no hubiera un mañana, sin reparar en las normas y convenciones de una sociedad en rápida mutación pero lastrada por una moral hipócrita y bienpensante. Alcohol, consumo de drogas, sexo prohibido…

Leía sobre la Factory de Andy Warhol y pensé que ese estilo de vida podría describir perfectamente los valores de ciertos ambientes actuales. Entonces caí en la cuenta de que hablamos de algo que estaba teniendo lugar hace cincuenta años.

Pero ni siquiera Warhol pudo pretender ser original. Baudelaire, Artaud, Rimbaud… pretendían ya en su momento lo mismo. Dos siglos después tenemos desde a postadolescentes universitarios hasta estrellas del rock dando el coñazo con las mismas poses pretendidamente transgresoras. ¿No es hora de pasar página?